sábado, 8 de marzo de 2014

Be my Valentine, Le Pain Quotidien

Quisiera ser un poco más responsable con lo único que me entretiene y no puedo. Quisiera ser una chica correcta que sabe expresarse y además los llena de fotos de comida. No me sale, no es mi estilo.
Este es mi estilo, escribir una entrada después de tres semanas de San Valentín, comentándoles lo que hice (hicimos) ese día.
Soy una chica muy pro San Valentín, muy pro consumo, muy pro minitah. Por lo tanto debía existir al menos un plan medianamente decente para hacer ese día. Y existió.

El catorce de Febrero es un día al que hay que tratarlo con mucho cariño y delicadeza, no hay que caer ni en la cosa melosa, ni en el hippismo de la rosa. Es por eso que el plan ideado por mi vaya-uno-a-saber-qué o novio, como prefieran llamarlo, debía ser algo que nos guste a los dos y nos deje contentos.

Quedamos de encontrarnos a la hora de siempre en la terraza, llegué a horario, o al menos en mi reconstrucción lo hice. Fumé unos cigarrillos y me acomodé el pelo, desde hace unos meses me resulta molesto porque está más largo. Nos reímos y me regalaste una caja de bombones en forma de corazón, me enojé porque no me gusta que me sorprendas cuando yo no te sorprendo a vos, no me parece 'justo'. Hablamos acerca de que no soy muy admiradora del chocolate, aunque hoy probé unos riquísimos y lo primero que se me pasó por la cabeza fué compartirlos con vos.
Dijiste que era mejor ir a merendar a ESE LUGAR al que tanto querías llevarme y obviamente acepté, como siempre acepto ser parte de tus planes.
Cuando hacemos cosas juntos, siento como si fuéramos adueñándonos de los espacios y caminar por una vereda o esperar a que cambie el semáforo parece mágico cuando estás al lado mío. No puedo dejar de mirarte y de recordarte todo lo que me gusta de vos, así como vos no podés dejar de besarme cuando me suelto el pelo y me pongo los lentes.
Caminamos y hablamos de los edificios, de las vidrieras y de los lugares que deberíamos visitar juntos. Me hiciste quererte más de lo que te quiero habitualmente.

Llegamos, nos sentamos y te dije que me gustaba mucho como estaba iluminado, me explicaste cosas sobre la franquicia, recordamos qué habías comido la vez que me mandaste las fotos y decidimos qué pedir . El chico que nos atendió era un flaquito con aire indie que muy tiernamente nos explicó que no quedaba nada de lo que queríamos comer, cambiamos aproximadamente tres veces el pedido. Tenemos suerte de no ser unos snobs rompepijas y de que mi risa relajara al mozo que ya no sabía cómo mirarnos a la cara porque no podíamos comer lo que queríamos.
Mentiría si dijera que recuerdo exactamente lo que pedimos, pero incluía un croissant, una cesta de pan, jugo de naranja y zanahoria y un café (con algo cool dentro). Lo único que puedo recordar es que disfrutamos comer como creo que nunca antes habíamos disfrutado juntos, que prácticamente no hablamos porque estábamos tragando, que pediste que cambiaran una cobertura de chocolate por una mermelada porque yo dije que íbamos a engordar. Puedo recordar también tus ojos, tu boca, tus sonrisas y la manera en la que me hablás.

Fué sin dudas una cita completamente mágica, mucho más mágica que las habituales, porque en esta estábamos festejando nuestro primer día de los enamorados. Es sin dudas la cita que me recuerda por qué estoy enamorada de vos.